martes, 28 de febrero de 2012

¿sacrificio? ¿para que?


 La situación creada tras la última reforma laboral española realizada bajo  los parámetros de las grandes organizaciones transnacionales rebela una profundización  en un concepto de sociedad.  Nada nuevo, un paso mas a  una situación  básica del pasado europeo . Una enorme masa dispuesta a trabajar por muy poco y a cambio de muy poco.

Muchas veces olvidamos que los sueldos son tan sólo una parte de la retribución recibida por otorgar la  única propiedad tangible del ser humano, el  tiempo. Ese tiempo es utilizado en producir para que otros consuman  y otros pocos disfruten del beneficio de consumo y trabajo.

Otra retribución, quizás la más valiosa, es un sistema sostenido con  impuestos y que  debe otorgar unas garantías de existencia independientemente de situaciones personales o sociales transitorias. Por supuesto incluyen crisis laborales como las que vivimos.

En este momento se pierden ambas retribuciones.  Una, los sueldos, por el bien del empleador, la otra, las garantías sociales, como resultado de distintos factores. Por un lado el problema demográfico, autentico estigma del sistema de bienestar, y  por otro, curiosamente señalado como el principal problema, la crisis laboral.

¿Como se explica que una sociedad que muere en sus garantías recaudatorias por el desequilibrio entre aportantes y beneficiarios no pueda generar empleo suficiente más cuando el consumo supuestamente es su sostén?   No se produce porque no se consume y por lo tanto no se contrata e incluso despide. Ambas contradicciones conviven necesarias para garantizar el único sostén real de esta sociedad, el beneficio. Este sigue siendo la única razón de ser de las grandes corporaciones.

La reforma se introduce con la palanca política de  exigir un esfuerzo, lo llamativo es que  no se  dice para que. En este periodo se imponen restricciones en salarios y garantías sociales al mismo tiempo y al mismo ritmo. Pero por primera vez en mucho tiempo no se promete como recompensa recuperar mejores sueldos y al menos garantías perdidas. El momento es propicio para que algunas sociedades  renuncien para siempre a logros en sanidad, educación y el ámbito laboral.

En definitiva el beneficio se sincera como motor social, un beneficio que no necesita a la clase media local sino global, y esta es cambiante. El logro de la globalización de extender mercancías,  propicia un nuevo mercado, sin una relación obligada con sus consumidores más próximos. Donde si hay una relación próxima de las  empresas con los pobladores locales donde estén asentadas  es en la producción, cuanto más barata y menos inestable por reivindicaciones, mejor, mayor beneficio.

Los mercados emergentes ninguno destaca por sus logros sociales, culturales o laborales. Pero nadie discute su competitividad, así que hay que ajustar en esos términos para competir.

Este es el único mensaje de competitividad, lejos queda aquel de la cualificación.

Las soluciones actuales a la crisis no son para sus damnificados mayoritarios sino para los grandes empleadores, las grandes empresas. Soluciones para garantizar su funcionamiento. No hace falta un adjetivo ideológico, es un hecho.

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